SPLEEN

¿Qué pasaría si todo miedo se encarnara en algo simplemente encantador? ¿Sería el fin de los problemas? ¿El imperio del sosiego? En Spleen, Esteban Hernández construye su relato como un catálogo de obsesiones comunes que se reconvierte en parábola, en casi un cuento maravilloso. Un perfecto envoltorio para un caramelo envenenado, lleno de ironía brutal que estallará tras la lectura, que dejará al lector ensimismado ante el atrevimiento de un autor que emparenta la felicidad ansiada con… Mejor que lo lean.

Pero no teman. Spleen no alardea del tedio, no abusa de la filosofía ni es una vida al desnudo. En este cómic asistimos a confesiones tan honestas que resultan dolorosas pero, al mismo tiempo, tan contenidas que preservan el núcleo íntimo del individuo. Adentrarse en Spleen desnuda más
al lector que al autor. La sensación que queda tras su lectura es que la pelota queda en el propio tejado. Como si el autor, el protagonista y su monstruito se nos quedaran mirando, con cierta curiosidad. Pocas veces llegamos a sentir que un cómic nos interroga.